El mecanismo
Especialista del cronógrafo, Breitling ha desempeñado un papel de primer orden en el desarrollo técnico de este instrumento, inventando, entre otros, los dos pulsadores independientes y lanzando el primer cronógrafo automático (1969). La firma pertenece al círculo muy cerrado de las casas relojeras que poseen sus propios movimientos de cronógrafos mecánicos. Una gama de calibres de manufactura de altas prestaciones, dotados de funciones útiles y fáciles de utilizar (entre ellas los novedosos sistemas de segundo huso horario y de hora universal) y acompañados de una garantía excepcional de cinco años. Para poder controlar íntegramente la calidad de sus movimientos mecánicos, Breitling ha construido una unidad de producción ultramoderna a las puertas de La Chaux-de-Fonds que lleva el nombre de Breitling Chronométrie. Por lo que se refiere a los modelos electrónicos, todos ellos van provistos de mecanismos SuperQuartz™, diez veces más precisos que el cuarzo estándar.
Para fabricar sus propios movimientos de cronógrafos, Breitling se ha basado en un enfoque inédito. Inspirándose en un concepto vanguardista utilizado en otros sectores punteros y adaptándolo al sector relojero, la firma ha desarrollado un tipo de cadena de producción industrial que ha revolucionado el método tradicional de ensamblar los mecanismos. Cada mecanismo es controlado individualmente por un logiciel ultrasofisticado, que lo dirige automáticamente hacia el puesto adecuado a lo largo de un recorrido donde alternan los puestos totalmente automatizados y aquellos que exigen una intervención manual. Todas las etapas de ajuste van igualmente integradas en este proceso, por lo que al salir de la cadena, cada mecanismo está perfectamente preparado para afrontar los rigurosos tests del COSC. De este modo, Breitling garantiza a sus «instrumentos para profesionales» una auténtica fiabilidad a gran escala.
Para que los instrumentos del COSC (Control Oficial Suizo de Cronómetros) puedan efectuar una lectura absolutamente fiable, cada mecanismo debe ir provisto de una esfera de prueba de color blanco y de una aguja de segundos negra. Una máquina se encarga de dar cuerda a los mecanismos una vez al día efectuando un número predeterminado de rotaciones de la corona. La precisión se mide con un robot que lee la posición de la aguja de segundos. Cada mecanismo numerado individualmente es sometido a lo largo de 15 días y 15 noches consecutivas a diferentes controles, en cinco posiciones y a tres temperaturas diferentes (23ºC, 38ºC y 8ºC). Para obtener el codiciado título de cronómetro oficialmente certificado, el mecanismo debe cumplir siete criterios eliminatorios muy rigurosos, entre ellos una desviación de marcha media inferior a –4/+6 segundos al día, equivalente a una precisión del 99,99%. Solamente el 5% de los relojes fabricados en Suiza obtienen la certificación cronómetro.